El reflejo de mi alma
- Psicología y Vida
- 14 nov 2020
- 2 Min. de lectura

Hace 4 años aproximadamente mi vida dio un giro enorme al enterarme que me convertiría en mamá, momento que esperé con ansias durante 2 años; momento en que comencé a experimentar sentimientos de felicidad, miedo, ansiedad e incertidumbre, y conforme fue creciendo mi bebé estos sentiminetos fueron cambiando.
El día que nació Victoria nació una nueva mujer, y digo mujer porque cuando nos convertimos en mamá nos olvidamos que seguimos siendo mujeres; esa nueva mujer empezó con un torbellino de emociones y pensamientos que nunca antes había experimentado. Me convertí en un madre sobreprotectora, ansiosa e incluso algo depresiva.
Tuve mucho miedo de hablar sobre mis emociones porque pensaba que nadie me iba a entender y mucho menos interesarse, porque a cada una de las personas que podía recurrir tenía sus propias preocupaciones y ocupaciones, y además quería evitar sentirme señalada y juzgada por ser mal agradecida, al no ser feliz completamente por tener la familia que siempre había soñado junto con mi esposo.
Durante mucho tiempo me sentía muy culpable, porque siendo psicóloga pensaba que como era posible que me sientiera así, y que las demás personas posiblemente me iban a señalar o juzgar por no tener la capacidad de afrontar y manejar adecuadamente mis emociones y mi nueva realidad de vida que durante mucho tiempo esperé junto con mi esposo.
Sin embargo no puede decir que todo fue malo en esa etapa de descubrimiento de la maternidad, porque a pesar de mi sobreprotección fui sanando mi pasado, un pasado con ciertas carencias afectivas, que me convirtieron en una niña, adolescente y mujer insegura, en búsqueda de aprobación y aceptación.
Me pregunto ?Estamos dispuestas a dejar de lado ese miedo de decir como nos sentimos?
No está mal decir que me siento triste, ansiosa y que pasan pensamientos algo turbios por mi mente, pero lo que si está mal es no pedir ayuda cuando ya no somos capaces de manejarlo.
Escrito por: Glori M.M.
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